Más de mil millones de personas, 6 millones en España, y 4.000 ciudades de 126 países, 200 españolas, apagaron las luces de los monumentos más emblemáticos, los edificios y luminosos publicitarios de miles de empresas que se adhirieron a la causa y de otros tantos hogares que funcionaron en la penumbra.
Los datos reflejan el éxito de la iniciativa que puso en marcha la ONG WWF llamada 'La hora del planeta'. Lo que para algunos pasó el sábado como una anécdota sin importancia se convirtió en un movimiento de masas que unió millones de voces en pro de la Tierra. Bajo el lema 'Apaga la luz, enciende el planeta' se elevó un grito sordo ante la pasividad de los gobiernos acerca del tema del cambio climático. La falta de consenso en la última cumbre medioambiental celebrada en Copenhague, COP-15, acentuó la necesidad ciudadana de presionar a los gobernantes para que tomen medidas.
Este símbolo no sólo habrá supuesto un ahorro significativo de energía. Se trata de la mayor campaña de sensibilización medioambiental que se ha visto nunca, implicando a millones de personas, miles de ciudades y cientos de países. Así no se salva el planeta, pero este respiro denota la necesidad de llegar a acuerdos para que este gesto se transforme en un potente cambio.
En España, más de 20.000 ciudadanos salieron a la calle para celebrar, en los múltiples eventos que organizó WWF, 'La hora del planeta'. Yo me quedé en casa. No fue fácil dejar de hacer mi vida normal en la que televisión, ordenador, móvil, minicadena, lámparas... están casi continuamente encendidos.
Me armé con una única vela y me dispuse a arreglarme para salir una noche de sábado. Toda una peripecia la ducha a la luz de la vela, hurgar en mi armario en busca de ropa con la que vestirme sin quemar las cortinas y maquillarme con el tenue resplandor de una vela color rosa. Salir salí... llegué tarde.
Era fácil pensar que se trataba sólo de un granito insignificante de arena si te asomabas por la ventana y observabas todas las farolas de la calle encendidas, pero no me cupo duda de que hoy los datos me darían la razón de que se formó una gran montaña al llegar a la madrileña Puerta de Alcalá y participar, por unos minutos, en la gran fiesta del planeta que había allí convocada.